Por Lic. Adriana Belén – Psicopedagoga MP 14-1387
“Hoy, aquí y ahora, tenemos una oportunidad, la de darnos cuenta que ‘el tiempo de nuestra existencia, vale oro’. Que las pausas, son necesarias… que podemos re-considerar, volver a mezclar y dar de nuevo”.
Cuántas veces nos hemos encontrado con las afirmaciones y comentarios como: “No veo la hora de llegar a mi casa y ponerme cómodo…” “Cuando llegue a casa lo leo y te digo…” “Cuándo tendré tiempo para ordenar y arreglar mi casa” “Llego a casa y espero que lleguen mis viejos para preguntarle…” “´¡Quiero irme a casa ahoraaaaaa, con mi mamá!”
Tantas, pero tantas frases cotidianas que nos remiten a ese lugar, a ese espacio que habitamos solos/solas, acompañados/acompañadas, con mayor o menor precariedad, comodidad o lujo… alquilado, comprado, prestado, a veces elegido, otras no… Tanto ocurre en casa…
Y hoy nos invitan y nos “obligan” a través de cuarentenas a quedarnos en ella, porque si no el contagio no se frena. La pandemia COVID 19 extendida a nivel mundial, con números inesperados de contagios, enfermos y muertes en tiempo record… tiempo a contra tiempo, a contra mano. Generando como única vacuna posible, hasta el momento, quedarnos en casa, dejar de circular por los espacios comunes como ciudadanos del planeta. Detenernos. ¡STOP! Y la naturaleza lo agradece…un respiro a la invasión humana.

Aparecen numerosas recomendaciones y artículos sobre cómo hacer para vivir en ese espacio que resulta ser el más conocido, el que nos cobija, nos resguarda o, lamentablemente para algunas (porque en femenino son mayoría) un lugar inseguro y a veces mortal.
Y parece que la clave, resaltada más aún, no está sólo en la calidad del espacio (agua, luz, cloaca, higiene general…), sino en la convivencia o en el confinamiento a vivir en soledad (aún conectados a la red). En cualquiera de los casos ya no como siempre, ya no como hasta ahora lo hicimos… una nueva manera de vivir y con vivir en casa.
Así y todo, como somos seres sumamente adaptativos a las situaciones cambiantes, vamos encontrando en lo habitual y organizado un modo más seguro de mantener la calma, la cordura y el respeto mutuo…
Lo habitual… seguir rutinas en horarios de descanso, comidas, higiene personal y necesidades básicas…
Lo organizado…. Continuar trabajando, de un modo diferente y operativo, a través de las redes. Mantener un orden. Realizar y cumplir con todos los protocolos de prevención cuando entramos y salimos de casa en los casos y situaciones exceptuadas (trabajos, familiares a cargo, eventuales compras…). Buscar y recibir información de fuentes confiables y seguras, como páginas del gobierno
Lo novedoso es que tenemos que convivir durante más tiempo, algunos con la soledad acompañada por las redes (¿Es siempre soledad?) otros con las diversas maneras posibles de estar con otros…

Para ello no hay reglas fijas, “cada familia es un mundo aparte”, decía mi mamá… así que se me ocurre que en estos tiempos que corren, ante una nueva e inesperada con-vivencia, debemos practicar, más que nunca. algunas actitudes que pueden además de habituarnos y organizarnos, ayudarnos a desarrollar lo mejor de nosotros como especie:
- Respetar-nos, respetarme mis tiempos, espacios y mis necesidades… respetar las del otro.
- Conectar-me conmigo mismo, con mis pensamientos y emociones, con lo que me pasa y como estoy…
- Darme tiempo para escuchar-me y escuchar al otro.
- Comunicar- nos, que nos pasa, cómo nos sentimos, qué necesitamos… con claridad. Y si podemos y nos sale, con el espacio saludable que nos da el pensar antes de hablar y/o actuar.
- Mirarnos a los ojos. ¿Hay tiempo para eso? ¿Se puede en silencio o también dialogando?
- Enojarnos, amigarnos…. Discutir, perdonar…. Llorar, reir… Estar tristes, ponernos contentos. Sentirnos solos, saber que nos acompañan y cuidan… Buscar ayuda, dejar que me ayuden, ayudar a otros… Tener miedo y de repente ser los más valientes… Pensar sólo en mí mismo, buscar el bien del otro…
- Jugar a lo que nos guste y también a lo que le gusta al otro, porque me interesa que lo pasemos bien… Sobre todo jugar, practicar el juego en las situaciones no tan clásicas como haciendo tareas con los niños/as… Volver a aprender a jugar y dejar que nuestros hijos nos enseñen…
- Cantar, pintar, hacer artesanías, mirar pelis-series, bailar, bailar mucho, moverme en espacios limitados y amplios con lo que tengo, meditar, crear…permitirme crear y ser original…
- Descansar.
La lista es interminable, como cada experiencia, como cada persona, como cada realidad… Hoy, aquí y ahora, tenemos una OPORTUNIDAD, la de darnos cuenta que “el tiempo de nuestra existencia, vale oro”. Que las pausas, son necesarias… que podemos re-considerar, volver a mezclar y dar de nuevo. Que los “ismos” nos separan y que sólo nos une el AMOR, concreto, compasivo, que nos abarca como comunidad, como sociedad, con todas las consecuencias que tiene ese amor en sintonía de dar y recibir… nos salva, me salva, te salva… nos invita a la PAZ sin fronteras.
Yo me quedo en casa, por mí, por vos, por nosotros, por todos… ¿Y vos?